Cada religión dispone de unos ritos concretos para despedir a las personas fallecidas y asegurarles un buen paso a la vida eterna. En una sociedad global como la nuestra, en la que convivimos personas procedentes de todo el mundo, es indispensable respetar los principios establecidos por cada religión para conseguir que todas las familias se sientan, al menos, cómodas en un momento tan delicado como la pérdida de un ser querido.
El funeral islámico
Para las personas que siguen la religión islámica, la muerte es un proceso natural para el que se preparan durante toda la vida. De hecho, la muerte significa para ellos la entrada en la verdadera existencia. Y para hacer este proceso, es necesario estar acompañados de la familia.
Cuando una persona muere, el ritual islámico se inicia con la preparación de su cuerpo. Se cierran sus ojos, se baña y se envuelve en una tela blanca de algodón, limpia y sin adornos que se conoce como Kafan. A partir de este momento, los familiares ya pueden recibir las condolencias de sus seres queridos y empezar sus oraciones en una ceremonia al aire libre dirigida por un Imam.
En los países musulmanes, los entierros se hacen sin ataúd. El cuerpo se coloca sobre su lado derecho y mirando a la Meca, con la sola presencia de hombres en toda la ceremonia.
Funeral judío
Todos los fallecidos judíos son tratados con igualdad y dignidad, sea cual sea la edad y causa de su muerte. Los funerales de esta religión siguen numerosos ritos, de los que merece la pena conocer al menos los más importantes.
Para empezar, es raro ver flores en los funerales judíos, ya que se consideran un adorno frívolo. Solo cuando el Rabino las considera apropiadas, algunas familias las ponen en sus servicios fúnebres.
Desde que una persona muere hasta que se produce su entierro judío transcurre un periodo de tiempo que se conoce como Anninut, y que se reserva para que la familia exprese su dolor sin recibir visitas ni llamadas de nadie.
El entierro judío es una ceremonia simple que dura 20 minutos, y tras la cual la familia se lava las manos. Esa noche, un amigo cercano de la familia les prepara una cena, que simboliza que la vida continúa. A partir de aquí, ya se pueden recibir las condolencias del entorno.